Y tú… ¿estudias o eres hater?
En los tiempos de la web 1.0 decíamos eso de que “siempre hay amargados a los que les gusta criticar”. En la web 2.0 dejaron de ser malos y se convirtieron en importantes, porque eran los que aportaban criterio no-comercial a internet. Actualmente se han vendido a las marcas y los llamamos influencers, o se han radicalizado y los llamamos haters.
El concepto de líder de opinión existe desde hace mucho tiempo. Cuando queremos una valoración objetiva de algo, buscamos a una persona de nuestro entorno cercano o lejano, que sabemos que domina mucho de ese tema y le preguntamos. Esa persona nos dará una opinión objetiva y real, sin estar vendido a ninguna marca. Es nuestro líder de opinión en ese tema.
Con la expansión de internet, y dado que los seres humanos somos un poco soberbios por naturaleza, han proliferado los personajes que dicen saber mucho de un tema (o de varios, o simplemente dicen saber mucho de todo), pero luego apenas pueden hilvanar un par de frases seguidas. Se conforman con soltar unos cuantos “palabros” técnicos para impresionar, pero en realidad aportan poco o nada, de contenido. Son los “enteraos” de toda la vida, para entendernos. Que creen que saben mucho de decoración porque han leído muchas revistas del tema… Que saben mucho de deporte, porque leen El Mundo Deportivo todos los fines de semana… Vamos, que preguntes lo que preguntes, seguro que son expertos…
¿Por qué? Porque ganar entre 1.500 y 4.000 euros por postear una foto en un perfil de Instagram es un chollo. Porque salir en un anuncio de refrescos, mola mucho… Pero, sobretodo, porque no hace falta ningún tipo de preparación para ello. Y, claro, a todos nos gusta mucho ganarnos la vida muy bien sin tener que estudiar una carrera y sin trabajar 8 horas al día (como poco).
Además, está el factor psicológico. La necesidad patológica de reconocimiento, de protagonismo, de liderazgo… vamos, ser el centro de atención. Que nuestra voz se escuche, y que nuestra opinión se tenga en cuenta. De dos formas: están los que construyen (y aquí van todos esos que, presumiendo de vida interior, crean frases maravillosas que suenan bien pero no dicen nada, por ejemplo) y también están los que destruyen. Los que opinan mal de todo y de todos. Los que critican incansablemente. Porque sí. Porque hay que dar caña. Y en eso se ha convertido una de las redes más importantes, Twitter. En la red de las opiniones porque sí. Porque hay que dar caña.
Justo lo mismo que pasaba en la web 1.0. Donde “siempre hay alguien amargado al que le gusta criticar”.
El círculo se cierra. Y el problema, como siempre, es el factor humano.