Mucho cuidadito con el efecto Streisand
De todos es sabido que cuando alguien pretende ocultar algo, esto genera una oleada de interés. El morbo, la curiosidad, o simplemente, ganas de fastidiar.
Vamos a viajar al pasado reciente, a 2003. Un fotógrafo llamado Kenneth Adelman decidió crear una web donde documentaba la erosión de la costa de California, fotografiando dicha costa desde el aire. Quiso la casualidad que de entre las 12.000 viviendas que había en las fotos, una fuera propiedad de Barbara Streisand. Y ella (bueno, ella personalmente no: a través de sus abogados) exigieron que se retirara la foto y demandaron a señor Adelman por 50 millones de dólares basándose en las leyes anti-paparazzi.
Un señor juez dijo que la cosa no era como para ponerse así (pocos detalles se aprecian en la foto), y mucho menos aún cuando la señora Streisand ya había dejado entrar a prensa en su casa previamente, e incluso habían aparecido fotos del interior y el exterior en revistas de varios tipos. Vamos, que al final la artista acabó pagando los 250.000 dólares de costas del proceso, por lista.
Pero la cosa no acaba aquí. El proceso hizo que la atención se volcara en la famosa casa, y la foto que quería ser retirada, se convirtió en uno de los elementos más demandados en redes en aquél 2003. Es el principio del Efecto Streisand. Cuando intentas tapar, ocultar, censurar algo en redes, el efecto rebote está asegurado.
Es fácil de imaginar que hoy en día, 15 años después, con la fuerza que gana minuto a minuto internet, el efecto Streisand pueda llegar a ser devastador. ¿Recuerdan el secuestro de la revista El Jueves, donde aparecía una caricatura de los reyes en portada? ¿O las múltiples meteduras de pata en Twitter de famosos y políticos que se intentan tapar?
En una sociedad donde aún creemos que es más fácil utilizar la fuerza (la fuerza moral, sobretodo) para imponer criterios a otros, internet, con sus más y sus menos, sigue siendo lo suficientemente abierta para responder estos desmanes con cierta gracia.
O como decía la abuela: ¿No quieres caldo? ¡Pues tres tazas!