El día después del día de Reyes
Las fechas de alto consumo son muy útiles. No solo se vende mucho, también podemos obtener mucha información. Por eso estudiamos las decisiones de compra. Pero… ¿y cuando están trucadas? ¿Sirven los datos?
El calendario de precios es una locura. A ver, que primero suben los precios. Después bajan. Y después suben. Y vuelven a bajar. Y ya no se sabe si es #BlackFriday, #Navidad o es que hacen #DescuentoPorMiCumple.
Lo que queremos decir es que nos encanta el #BlackFriday, y más si podemos encontrar un chollo o algo. ¿Pero qué lógica tiene que las marcas ofrezcan un día de ofertas, una semana, o un mes, si en los meses anteriores incrementan sus precios? El año pasado las redes hervían con acusaciones a Media Markt por esto mismo. Este año, El Corte Inglés se lleva los gritos.
Estamos ahogando el mercado. Porque el reciente Black Friday, en su país natal, ofrece descuentos del 50% o hasta del 70%. Pero aquí, que nunca queremos perder, que siempre nos quejamos de las costumbres foráneas, llamamos Black Friday a unas escasas rebajas del 15%, 20% o 30%. Y de productos a los que se les ha ido subiendo el precio. ¿Y aún nos preguntamos por qué no se consume más?
Como siempre, culpamos al mensajero, y la publicidad se lleva la peor parte. Pero dejemos una cosa clara: no es publicidad engañosa, señores. Es estrategia comercial engañosa. El concepto funciona, el problema está en cómo lo aplicamos aquí. Es el efecto “marisco en Navidad”, que empieza a subir su precio en noviembre. Es esa maldita manía de vender, siempre vender, de cualquier forma, no importa cómo. De colársela al prójimo, pero quejarnos cuando no la cuelan a nosotros…
Y después viene el día después. La resaca de después de reyes. El retorno a la realidad. Y si no nos gusta, no lo queremos, o nos va pequeño, no podemos devolverlo. También nos lo ponen difícil. Porque en Estados Unidos, puedes devolverlo, y te devuelven el dinero. Pero aquí, una vez más, hay mil formas de evitarlo. “Los artículos no en rebajas no se devuelven”, “Se puede cambiar, pero no retornar el dinero”, “Una vez abierto ya no podemos hacer nada” y un largo etcétera…
Vivimos en una sociedad consumista donde no se lo ponen fácil a los consumidores. ¿Cómo se come eso? Pues con paciencia. Con mucha paciencia. Y haciendo lo que mejor sabemos. Consumir. Ni más ni menos.