El Control-Z más caro de la Historia
La sorpresa es uno de los grandes recursos en marketing para ser recordado. ¿Cómo conseguirla? ¿Vale todo? Lo que está claro es que hay marcas que saben perfectamente aprovechar la atención que generan.
Para cualquier persona que esté medianamente ligada con la producción gráfica, ya sea de manera profesional o como afición, no le es ajena la obra de Banksy. La obra del artista plástico se extiende a lo largo y ancho de todo el mundo en lugares tan comprometidos como el muro de la franja de Gaza, por poner un ejemplo.
Este rara avis de carácter casi mitológico (puesto que Robert del Naja no ha reconocido fehacientemente ser él), entiende su arte como algo que sólo tiene contexto en la calle y con carácter reivindicativo. Algo muy respetable a lo que ha dedicado sus acciones de street art. De hecho, es incluso posible que Banksy pudiera ser un pseudónimo colectivo que forme una corriente de varios artistas reconocibles bajo un mismo estilo como en su momento lo fue Luther Blisset.
Lo que está claro es que la marca Banksy vale dinero, y mucho. En concreto, según datos de El Economista, sólo en producción artística vendida o subastada ha generado más de 50 millones de euros.
Resulta extraño, dado que Banksy no vende sus obras. El caso se da cuando ciertos marchantes se apropian de las superficies en las que están plasmadas y las ponen a la venta. (Muy recomendable el documental disponible en Netflix: “Salvar a Banksy”).
Del mismo modo, hay que tener en cuenta que sus diseños han sido utilizados hasta la saciedad en la producción de merchandisign, también sin consentimiento expreso, y, por tanto, sin el pago de los correspondientes derechos. Pingües beneficios en ambos casos.
Pues el caso es que llega el día en que Banksy, de manera oficial y garantizada, saca a subasta una de sus obras. El revuelo está servido. ¿Ha muerto el superhéroe? ¿Para que se lo lleven otros me lo llevo yo? Se encienden las alarmas. Nunca mejor dicho.
El cuadro “Girl with Ballon” se vendió por 1,2 millones de euros en la casa de subastas británica Sotheby’s. Acto seguido de cerrar la puja, un estridente sonido distrajo la atención mientras la obra era triturada por un dispositivo oculto en el marco dejando paso al texto “Going, going, gone.” (palabras con las que se cierra una subasta).
¿Qué pasa con la subasta ahora? Pues mientras empezaron a llover ofertas que hasta duplicaban el valor de la obra que se acababa de subastar, la compradora, confirmó que seguiría pagando la cifra por la que adquirió una obra que se revalorizó en cuestión de segundos después de ser vendida. Ya se habla de la primera obra de arte del mundo que se crea en directo en una casa de subastas…
Como broma, es brutal. Ahora, como acción de marketing, no tiene precio. Es imposible calcular el retorno de inversión de una activación que se ha convertido ya en Historia del Arte, además de reforzar los valores asociados a la marca Banksy. Quien pueda, que suba la apuesta.
La misión, si deciden aceptarla, será crear la acción de marketing más sobrada de la historia. Este artículo se autodestruirá en cinco, cuatro, tres, dos, uno…