¿Marketing Digital vs. Marketing Tradicional?
Que vivimos en un mundo digital, es una obviedad que ya nadie cuestiona. Que han cambiado muchos aspectos de nuestra vida como consecuencia, también es una perogrullada. Sobre todo, la forma en que nos comunicamos. Tanto personal como profesionalmente. Y es que ya se nos hace difícil concebir un mundo sin internet, sin correo electrónico, sin mensajería rápida, o sin redes sociales.
Sirva como ejemplo los elementos que están desapareciendo de nuestra vida, sin darnos apenas cuenta. Cámaras de fotos, agendas, calculadoras, notas, enciclopedias, grabadoras… Y todo está sucediendo en apenas unos pocos años.
En el mundo del marketing también la revolución digital está cambiando el panorama. Y no solo en la forma, sino en el contenido también. Pero como todo en esta vida, hemos de tomarnos los cambios con prudencia. Tan erróneo es lanzarse al vacío sin mirar como aislarse de la realidad de nuestro entorno.
No es una elección: tan malo es vivir de espaldas a la revolución digital del marketing como tirarse a la piscina y volcarse en ella sin mirar atrás.
El gran reto es encontrar el punto de equilibrio. Y es que es muy tentador. Por el presupuesto de una campaña tradicional conseguimos muchas más en soporte online. El coste del eMarketing es muy inferior y esto hace, erróneamente, pensar que podemos conseguir mejores resultados con menor inversión.
¿Cuántos, de los muchos correos electrónicos publicitarios que recibimos al día, leemos y cuántos van a la papelera de reciclaje, o, directamente, ni siquiera llegan a nuestra bandeja de entrada? ¿Cuántas marcas están haciendo exactamente lo mismo en las redes sociales, hasta el punto de que no podemos diferenciar entre unas y otras? ¿Cuántos documentos almacenamos para leer o consultar en otro momento y se quedan en el olvido de algún disco duro?
Es obvio que no podemos vivir de espaldas a la comunicación vía digital (hoy en día una marca de la que no hay rastro en internet es, como poco, sospechosa). Pero no debemos caer en el error de darle más valor del que realmente tiene. Es una herramienta más del abanico de soportes a nuestra disposición. Con su propio público, con sus propios códigos y con sus propias limitaciones.
Es un medio relativamente nuevo. Y avanza tan asombrosamente rápido, que prácticamente no podemos decir que haya, en todo el mundo, ningún especialista en ello. No da tiempo a especializarse. El uso masivo de internet y la proliferación de herramientas de desarrollo nos hace caer en el viejo error de saltarnos pasos y tirar por la línea recta. Y pensar que, alguien que sabe programar un sitio web, sabe también de marketing y publicidad como para escribirla y diseñarla. Tener un Word no nos convierte en escritores, saber usar un Photoshop no nos convierte en diseñadores, ni saber girar una tuerca en mecánicos.
Y es que en el mundo profesional no existen los atajos. Y aunque la tecnología mejora mucho nuestro día a día, cualquiera que pretenda obviar pasos o directamente ignorarlos en la creencia de que ahorrará tiempo y presupuesto no solo comete un error de proporciones bíblicas, sino que pone en riesgo la integridad de su trabajo y por extensión la de la marca.