Las vacaciones de la Agencia
Aunque parezca mentira, y mucha gente no lo crea, las agencias las forman personas. Que, aunque sean personas un poco «diferentes» y algo excéntricas, trabajan bastante y durante bastantes horas. Es normal, e incluso lógico, que necesiten descansar y hacer un parón en verano. Como todo bicho viviente.
Además de ser justo y necesario, es tremendamente recomendable para recargar pilas, y para refrescar cerebros. Visitando entornos diferentes al habitual, se conoce gente nueva, lugares nuevos y diferentes formas de pensar, que ayudan en las labores del día a día. Vamos, que es una forma como otra de seguir aprendiendo en la vida.
¿Cuál es el problema, entonces? Que el ratio de personas-cliente respecto a presonas-agencia es muy desigual. Es decir, que normalmente un ejecutivo de cuentas trabaja con más de un cliente. Y lo mismo con los equipos creativos, etc… Así pues es muy fácil que, en los grandes clientes, te encuentres con que no se cierra en agosto y la gente se turna para hacer vacaciones.
La ironía viene cuando estos mismos clientes esperan que sus equipos estén disponibles también en ese momento. Y no vale cualquiera. No sirve que, durante el período estival, la agencia ponga un equipo de emergencias, o de soporte. El cliente quiere sus ejecutivos de cuentas y sus creativos, porque son «con los que me entiendo».
Gracias por la parte del cumplido, obviamente. Pero… ¿y las vacaciones?
Sí. El trabajo de las agencias no es asfaltar carreteras. Ni bajamos a la mina. Es un trabajo de oficina. No hay un desgaste físico. Pero sí mental. Es difícil explicar hasta dónde puede llegar ese desgaste si no se vive. Pero créanme, es brutal.
Ya no se trata solo de la consabida frase: «quiero dejar todo lo más cerrado posible antes de vacaciones» que cualquier cliente esgrime durante todo el mes de julio y utiliza para apretar hasta el absurdo a los equipos de trabajo. Mientras leen esto, en julio, estamos trabajando propuestas que se deberían trabajarse en noviembre. Porque el cliente quiere marchar de vacaciones tranquilo. Una completa pesadilla.
Cuando, acabado el torbellino de julio, llega el cliente que se marcha de vacaciones en septiembre y quiere hacer cosas en agosto, el estado de la situación es desquiciante, casi. Así que lo normal es que salten chispas y fricciones, porque su equipo, aquél con el que se entiende, no está. Ni se le espera.
Se llama vacaciones. ¿Es tan difícil de entender?