Subirse al carro
En momentos de crisis, como el que estamos viviendo, no son pocas las marcas que quieren dar un paso adelante y mostrar su solidaridad, o directamente su apoyo a aquellos que sufren directamente las crisis, por padecerlas o por luchar contra ellas.
Desde el punto de vista del marketing, comunicar esos pasos adelante es una acción perfectamente válida. No solo para convertir la marca en un ente vivo, con sentimientos y solidario. También genera un beneficio en términos de fidelidad y posicionamiento. No hay nada mejor, en este momento, que convertirnos en una Love Brand a la que amar y adorar.
Hasta aquí no hay problema. El inconveniente es cuando queremos hacer esto sin coste alguno. Y no nos referimos exclusivamente al económico (que también). ¿Dónde está la magia de subirse al carro de lo que todos hacen? Cuando existe una orden gubernamental de cerrar el negocio, ¿qué mérito tiene venderlo como si fuera un esfuerzo de marca?
Estamos viendo multitud de comunicados oficiales de marcas que nos venden que se unen (como si fuera voluntariamente) a las medidas de emergencia derivadas de la crisis del coronavirus. Así, sin más. Marcas que quieren el rédito de un esfuerzo que no existe. Y es que la idea de subirse al carro de lo que hacen los demás es toda una filosofía de vida. En lo personal y en lo empresarial.
Sí que hay, desde luego, otras que de verdad están haciendo esfuerzos. Marcas que donan colchones, ropa de cama para hospitales, material sanitario, dinero en efectivo, o incluso apoyo y soporte personal. Marcas que tiran de sus reservas para mantener a sus empleados. Porque no todas las marcas ni todas las empresas son multinacionales con cuentas llenas de billetes. La inmensa mayoría, de hecho, son todo lo contrario. Empresas medianas y pequeñas que sufren, y mucho, las crisis económicas.
Cada uno, decíamos, se esfuerza en su medida. Algunas públicamente, otras de forma anónima. Estas son las marcas, que realmente, a corto o largo plazo obtendrán réditos de su acción.
Y es que, en épocas de crisis, es cuando se demuestra de qué estamos hechos todos. A nivel personal, y a nivel profesional. Hay gente que intenta ayudar. Y hay gente que critica. Siempre habrá gente que verá el lado oscuro en estos gestos por tener una doble intención (escuchamos constantemente esta misma polémica con las donaciones que conocemos de Inditex y Amancio Ortega).
Y es que vivimos una época comunicativamente difícil, donde internet y, especialmente, las redes sociales han dado voz a la crítica fácil y la denuncia constante. Donde también nos subimos al carro de descargar nuestra rabia y nuestro odio contra el primero que se nos cruce. Porque no lo olvidemos: todas las acciones, por buenas que sean, tienen un doble filo. Una doble lectura. Nunca llueve a gusto de todos. Y si, por una crisis, tu pierdes, siempre te disgustará que otro gane. Que a otro le llegue su momento. Porque ahora es el momento de otros. De los que teletrabajan, de los servicios en remoto, de las ventas online…
Los gabinetes de crisis se suceden. Tenemos miedo. Es difícil asumir que en una situación así todos pierden. ¿Qué debemos hacer? ¿Qué medidas debemos tomar? Hay marcas que optan por suspender inversiones hasta que pase la crisis. Otros por diversificar. Otros por reforzar sus ventas online. Hay quien cambia los objetivos, de captación a fidelización…
Como todas las crisis, pasará tarde o temprano. Y como siempre, podemos salir de ella aprendiendo alguna lección o manteniéndonos impermeables al entorno y al cambio. Siendo, en definitiva, víctimas de unos de los más típicos fallos: el efecto bandwagon, el arrastre.
Lo que popularmente se conoce como subirse al carro de lo que hagan los demás…