Los pequeñajos también juegan
El papel de los menores en la publicidad debe ser analizado con cuidado en cada momento en el que toman parte. Son, de lejos, el colectivo más vulnerable y al que más se debe proteger.
La comunicación de masas ejerce efectos muy a tener en cuenta en los diferentes colectivos, aunque hay que saber diferenciar quiénes son los más susceptibles a la influencia de de la publicidad, tanto realizándola como recibiéndola.
Cuando lidiamos con niños, debe imperar en nuestras acciones una ética mucho más que férrea. No vale todo a cualquier precio. Por el actual diseño del consumo en medios, la televisión e Internet suponen los mayores canales de consumo de publicidad. Para niños y adolescentes. En consecuencia, es ahí donde más sensibilidad se debe tener.
Existe una doble vertiente, los menores consumen publicidad, en muchos casos la publicidad dicta aspectos de su vida, pero también son protagonistas de campañas.
En el primer aspecto hay que remarcar que los menores de edad son grupos objetivos en los que resulta relativamente fácil influir. La capacidad de crear opinión sobre ellos a través de la publicidad es alta porque aún están buscando su propia postura ante las cosas.
Es más, aún sin un criterio especialmente perfilado, los menores son un comprador por prescripción especialmente poderoso. ¿Qué padre o madre no han comprado ciertos productos sólo por el insistente repiqueteo de las voces de sus hijos? Las principales vías de acceso a los menores suelen ser los juguetes, la alimentación y los modelos estéticos. La publicidad sienta cátedra en la mentalidad de los públicos infantiles e influyen sobre ellos, lo cual exige una grandísima responsabilidad.
En otra índole, hay campañas que venden la figura de un menor sin tener muy en cuenta lo que representan. Sólo se les permite trabajar a los niños en acciones “artísticas” audiovisuales, no en otros trabajos. Debería cuestionarse la finalidad, puesto que también hay una carga importante en cuanto a tipo del mensaje o circunstancias de difusión. Los niños son niños, tienen que jugar, y todo debería ser un juego, porque no es lo mismo, no valen algunas cosas:
¿Niños con productos para adultos? Protegemos a los menores de todo, pero como para comunicar somos libres, se nos olvida. Los niños no entienden la ironía de esta creatividad y el mensaje, sin esa ironía es, hasta peligroso. ¿Tu padre no es suficientemente bueno, aunque salve vidas? ¿Hay trabajos más dignos que otros? Eso es trampa. Eso es ser cínico.
Veamos un ejemplo contrario al anterior.
Se puede utilizar la ironía, la creatividad, la sonrisa, y podemos incluir niños. Pero con cabeza. Utilizar la potencia de tu marca para dirigir una campaña donde los niños hacen cosas de niños. Es lo suyo. Aunque los mayores aún comamos chocolate.