Karl, un crack del Marketing
Hace poco ha fallecido uno de los últimos grandes nombres del mundo de moda. Y disquisiciones de pasarela aparte, era un personaje digno de mención en un blog de marketing. No en vano decía de sí mismo que era “un publicista sin agencia, con un solo cliente: yo”.
Como personaje, Karl fue consciente en todo momento de la fuerza y la capacidad de venta que tenía. Explotó como pocos este aspecto. Llegando a comercializar su propio muñeco, o incluso utilizar su icónico perfil (pelo blanco, coleta, gafas de sol y abanico) como diseño de su propia colección, llamada KARL.
Fue uno de los últimos superdiseñadores. Presente en el mundo de las grandes marcas desde… siempre. El primero en conseguir un supersueldo (muy sonado su contrato de más de un millón de dólares, de los de 1983). El primero en trabajar para dos grandes marcas (CHANEL y FENDI). El primero en realizar grandes y espectaculares desfiles. El primero en democratizar pret a porter y diseñar para marcas populares como H&M, acción que le granjeó no pocas críticas (de las que, obviamente, se rio). Y un largo etcétera de iniciativas, que supo vender como nadie.
Prolífico como pocos, realizaba 8 colecciones para CHANEL y 2 para FENDI, además de atender su marca propia. Solo saltaron las alarmas cuando faltó por primera y única vez a uno de sus desfiles. Pocos días antes de fallecer de cáncer. Diseñador, Ilustrador… no dudaba en ponerse detrás de la cámara para conseguir la foto perfecta con el atuendo perfecto en la pose perfecta.
Lejos de acomodarse en el pasado o en los éxitos de su dilatada carrera, seguía investigando y adentrándose en nuevos terrenos, aterrizando en los últimos años, en las redes sociales para convertir a su gata Choupette en un icono e influencer, con casi 300.000 seguidores. Era su gran amor. Una gata que tenía dos asistentas, y citas diarias en peluquería y pedicura. Tenía su propia colección de platos y un libro publicado. Así como una cuenta corriente con 3 millones de euros, fruto de su participación, también, en campañas publicitarias. Además, se perfila como una de las mayores beneficiarias de la herencia del diseñador.
Por supuesto, su vida y, sobretodo, sus excentricidades no han estado exentas de polémica. Se le ha acusado de misógino, gordofóbico, y muchas otras cosas. A Meryl Streep la llamava vulgar, de Adele decía que estaba demasiado gorda, y de Peppa Middleton, que era tan fea que solo debería enseñar la espalda. Sesenta años en la cumbre dan para más de un patinazo, y para mucha soberbia, sobretodo cuando eres responsable de reflotar una casa que malvivía a base de vender perfume. Y que ahora, tras su muerte, deja como un gigante de 8.000 millones de facturación. Es fácil rozar la extravagancia y salirse del cuadro.
Puede gustar más o menos como diseñador. Puede caer mejor o peor como persona. Pero es innegable que Karl Lagerfeld sabía vender como pocos sus ideas y conceptos. Y comercializarlos al máximo. Y eso, en definitiva, es marketing puro y duro.