La princesa y el maldito guisante
No todo genera la misma atención en el mismo momento. Proactividad e interés se tienen que fundir para conseguir un efecto comunicativo eficaz. Para eso estamos.
Un cliente nos preguntaba hace unos días ¿Conseguimos dejar una huella en los públicos que queremos impactar? ¿Lo hacemos en otros públicos sin querer? ¿Afinamos bien o nos pasamos de listos haciendo que no nos entiendan?
Es como el cuento. Cuando hacemos algo, hemos de tener en cuenta que el ruido mediático general, y el ruido de la competencia en particular, ejercen como esos siete colchones que amortiguan la pequeña puñaladita del guisante. Nuestro trabajo es que el guisante que ponemos se note y pique. Cuando el guisante pica, hemos ganado.
Las piezas publicitarias son un ejercicio de condensación de un concepto importante. Además, tenemos la espada de Damocles sobre el melón en forma de tiempo. (¡#MalditosDeadLines! Moriréis algún día). Lo que este cuento narra sobre la publicidad es que podemos dejar huella. Que debemos dejar huella. Que el deber de una marca, es ser guisante en un mundo de 7 colchones.
A veces, a golpe de talonario (El anuncio del descanso de la #Superbowl tiene más presupuesto en la inserción que muchas películas independientes). A veces, a golpe de machacar (todos tenemos alguna pieza publicitaria que nos martillea la cabeza). A golpe de estética (que nos invita a adivinar la marca antes de verla), y un largo etcétera.
Todo trata de lo mismo, de dejar un gran recuerdo. En publicidad, se llama #TopOfMind. Si conseguimos que se acuerden de nosotros, ya hemos hecho algo bueno.