El auténtico valor de Netflix
Hagamos un poco de historia. Netflix empezó en 1997 como un videoclub online, que enviaba y recibía las películas en DVD por correo postal. Y aunque aún mantiene ese modelo en Estados Unidos, el gran boom vino al hacer el cambio al servicio por streaming. Es decir, contenidos enviados por internet mediando el pago mensual de una cuota.
Parecía una locura, pero 20 años después, tiene 125 millones de suscriptores en todo el mundo. Y eso que los números no son oficiales, porque no les gusta dar “la cifra” abiertamente. Aunque aún es una empresa deficitaria (Goldman Sachs dice que alcanzará el flujo de caja positivo en breve) su valor en bolsa es altísimo. En menos de un año ha duplicado su valor. Estamos hablando, para hacernos una idea, de 135.000 millones de dólares (por tener una referencia, su principal competidor, el estudio Warner Bros, vale 75.000)
¿Cuál es la clave de su éxito? A priori, todos diríamos que se debe a la selección de contenidos. Y aquí de nuevo las cifras dan miedo: 11.000 millones de euros en comprar y producir contenidos solo este año. Netflix estrena más películas al año que todos los 5 mayores estudios juntos. Y no son contenidos menores, sus películas ya optan a los Oscars y reciben premios y de crítica y público. Series como House of Cards, The Crown, o Stranger Things, han pulverizado todas las predicciones.
Pero lo realmente importante de Netflix, no es el contenido. Son los usuarios. La forma en que son tratados y estudiados. El algoritmo que hay detrás. Un algoritmo que conoce tu perfil y sabe qué has visto, que empezaste y dejaste de ver, en qué momento lo dejaste de ver, qué hora era, qué viste después, etc…
Con esto se consigue saber exactamente qué perfil ve cada programa y qué más les gusta ver, y así promocionan en tu Netflix los programas más afines. Hasta el punto de que la imagen “cabecera” de cada programa que aparece en el menú también se personaliza. Por ejemplo, si eres de los que ve contenidos tipo telenovela, se te sugerirá ver The Crown con una imagen de la reina en todo su esplendor. Si eres de los que ve documentales bélicos, se te sugerirá the Crown también, pero con una imagen del rey en uniforme militar.
El nivel de personalización avanza y mejora con el uso, sin duda. Y tal es el éxito, que la compañía se enfrenta a problemas por volumen de uso. Y es que empiezan a elevarse voces por caídas en la calidad del streaming en horarios de máxima audiencia.
El mejor operador para ver Netflix es Jazztel (con 3,92 Mbps). El peor, Movistar (con 2,78 Mbps). Todos muy lejos de las cifras de otros países, que superan los 4 Mbps.
¿Cómo nos afecta todo esto?
Primero, está cambiando radicalmente el panorama audiovisual. Recordemos lo mucho que nos quejábamos todos de la falta de calidad en las series y películas de la televisión convencional. Y no digamos del trato, relegadas a horarios imposibles.
Segundo, el consumo de publicidad en TV ha cambiado radicalmente. Recordemos de Netflix no tiene ningún tipo de anuncio.
Tercero, está cambiado el consumo de cine en sala, cuyo precio disparado supone tanto como un mes o más del servicio de Netflix. Depende si vamos solos al cine y no comemos palomitas, o vamos acompañados y picamos algo.
Cuarto, convierte al usuario en auténtico decisor, pues podemos dictaminar cuándo vemos una serie o una película, y cómo lo vemos. Recordemos, por un lado, que tanto Netflix como otras plataformas (HBO, PrimeVideo…) se pueden ver a través de app en dispositivos móviles. El consumo en aviones, trenes, salas de espera, etc se está disparando. Pero pensemos también que las mediciones de audiencia no son mediante una muestra pequeña de usuarios representativos a los que les hacemos una encuesta (que pueden responder como quieran) o a los que les ponemos un aparatito medidor de audiencia; ahora los datos salen de todos y cada uno de los usuarios directamente. Más fiabilidad imposible.
Se avecinan más y más cambios. Y, según los analistas, también un nuevo modelo de televisión convencional.
Es algo que solo el tiempo dirá, pero desde luego, los indicios están aquí y son muy claros. Como para no verlos.