Patrones Oscuros
Vamos por partes. Primero, es cierto que las marcas buscan constantemente nuevas formas de vendernos sus productos y servicios. Es verdad que las técnicas de captación y los argumentos mejoran. El mundo online nos permite, además, un nivel de manejo de información tan alto, que la personalización de mensajes es total. Y aún más, permite captar e interpretar nuestra reacción para sacar conclusiones y mejorar el siguiente mensaje.
Por poner un ejemplo. Y es uno de muchos. Cuando enviamos un e-mailing, podemos saber cuántas personas lo han abierto, cuántas no, Cuántos segundos ha estado abierto, quien lo borró antes de leer, y quien lo leyó, por dónde pasó el cursor (las zonas calientes que leemos más), dónde hemos clicado, etc… Muchos datos que nos permiten perfeccionar los correos. Hacerlos más atractivos o mejorar los argumentos.
Y eso es solo un ejemplo. Pero ¿esto se puede considerar manipulación? En realidad, no. No lo es. Son técnicas de mejora del mensaje para hacerlo más persuasivo. Y técnicas muy avanzadas. Pero solo pretenden darnos más argumentos y más convincentes.
Pero hay un segundo tipo de estrategias. Que buscan descaradamente el engaño para que por accidente o por confusión cliquemos donde no debemos y acabemos perdiendo datos o dinero.
Si hace unas semanas hablábamos en este blog del sesgo de confirmación, ahora le toca al turno a los llamados patrones oscuros. Son distintas estrategias, más o menos legales (normalmente muy al borde de la ilegalidad), para conseguir el objetivo, que casi siempre es vender o colocar un servicio o producto.
Veamos algunos casos.
El Señuelo
El ejemplo más claro son aquellas ventanas emergentes que, simulando el mensaje de un antivirus, te avisan de que tu equipo puede estar en riesgo y que cliques allí para solucionar el problema (cuando en realidad no hay problema que solucionar). Y además, de instala algo no deseado.
El Spam a agenda
El ejemplo por excelencia son esos sitios donde te piden tus credenciales de Facebook o Twitter o LinkedIn… para acceder, y luego utilizan esos datos para enviar a tu lista de amigos, correos o mensajes publicitarios.
Falsos accesos
Seguro que has visto alguno. Páginas web donde encuentras 3 o 4 botones que invitan a descargar contenido, pero que en realidad abren una nueva página de publicidad de algún tema para nada relacionado con lo que buscábamos inicialmente.
Suscripción Forzada
Es cuando para utilizar un producto o un servicio sin coste, debemos registrarnos dando nuestros datos personales y de pago. Aunque no nos cobren nada. Pero el truco está en que nos olvidamos de cancelar la suscripción. Y acaban cobrándonos, como poco, el primer pago.
Inducir vergüenza
Se trata de intentar “avergonzar” o, cuando menos condicionar, a quien no escoge la opción “correcta”. ¿Quieres suscribirte y conseguir un 20% de descuento? Opción 1: Sí, ¡gracias! Opción 2: No, me gusta pagar de más. Parece ridículo, pero sí: funciona.
Existen muchas más técnicas. Algunas más sutiles. Otras más descaradas. Algunas más legales que otras. Unas buscan convencernos o hacernos decantar hacia una decisión. Otras, más agresivas, buscan nuestro dinero de forma directa.
En cualquier caso, no podemos olvidar que nosotros somos directamente responsables del último clic. Mucha gente aún cree en duros a cuatro pesetas. Y están convencidos de encontrar chollos de internet.
Tal es el nivel de candidez. Y por ende, tal es la facilidad de engañarnos.