El precio del avance tecnológico
Empecemos hablando del precio del seguro de automóvil. (Exclusivamente a modo de ejemplo). Normalmente el precio se decide en función de perfiles de riesgo. Esto es que, si eres hombre, pagas más que si eres mujer. Si tienes menos de 25 pagas más que si eres mayor. Si tu coche es negro, pagas más que si es blanco, etc…
Es decir, que por muy buen conductor que seas, si eres hombre, tienes 24 años y un coche negro, estás perdido. ¿Por qué? Porque estás dentro del perfil de más alta siniestralidad. Es así de sencillo. Pero ¿por qué no se puede calcular el precio del seguro en función del tipo de conductor que eres tú, y no del resto de humanidad?
Es fácil. Obviamente, si nos preguntasen, mentiríamos para pagar menos. Pero si la aseguradora pudiera acceder a la información del navegador del coche, sabría cómo conduces, tu velocidad media, si eres de acelerones, las rutas que sigues, las paradas que haces, si descansas suficiente en un viaje, si prefieres autopistas o carreteras, los frenazos que das, si pones intermitente al girar, y un largo etcétera de detalles… Así sí se podría hacer un perfil tremendamente minucioso de tu conducción y, por lo tanto, conseguir un precio mucho más justo y realmente económico del seguro.
¿Cuál es el problema? El acceso a los datos. Y éste, es todo un problema hoy en día.
Estamos viviendo un momento crucial para el futuro de los datos
Estamos viviendo un momento importante. Probablemente marcará el futuro de la tecnología para siempre. Y, como suele pasar, no somos del todo conscientes. Y es que muchos de los avances que llegarán en el futuro dependen de lo que pase en estos próximos años con el tema del acceso a los datos.
Este mismo ejemplo que hemos visto con los seguros que automóvil, se puede aplicar a los seguros de vida, y a prácticamente cualquier cosa. El quid de la cuestión está en los datos. Es la nueva panacea. El oro negro de internet. ¿Qué tiene, en internet, más valor que el número de tu tarjeta de crédito? Tus datos. Tus preferencias. Tus gustos. Tus ideas. Tus ideales.
Imagínate un futuro donde llegues a casa y automáticamente comience la música que a ti te gusta, la cafetera se ponga en marcha, suene el timbre y llegue la compra del día, y comience a llenarse la bañera con el agua a tu temperatura favorita… Eso está al alcance de tu mano. Pero para eso, es necesario que tu casa sepa tus gustos, tus preferencias, tu forma de pensar.
Todo, al final, depende de los datos. Pero preguntémonos: si dando permiso a la aseguradora para acceder a la información del navegador de nuestro vehículo conseguimos que el precio del seguro se reduzca a menos de la mitad… ¿daríamos ese permiso?
Pues en el reino unido se está probando este sistema de contratación de seguros de automóvil y la respuesta está siendo espectacular. Al fin y al cabo, ¿no estamos siendo un poco hipócritas respecto a nuestra información personal? No queremos que la tenga nadie, pero le contamos nuestra vida a cualquiera, o la publicamos directamente en Facebook.
El problema no está, seguramente, en compartir los datos. Si no en el uso que se hace de estos. Y ni siquiera. Porque, al fin y al cabo, no nos preocupa tanto el uso de los datos cuando firmamos sin leer los Términos y Condiciones de Apple, o Samsung o Google o Facebook (o quien sea).
Es más un tema de transparencia. De que no nos digan claramente (insisto, aunque luego al final, ni nos lo leamos) qué hacen con esos datos.
En cualquier caso, es solo un impass. Algo que forzosamente ha de pasar. Un momento importante, a partir del cual tendremos que perder un poco de nuestra sobrevalorada intimidad para garantizar el avance de la tecnología. El precio del avance ya no se mide en dinero, se mide en información.