Escuchar conversaciones ajenas
Es de mala educación, dicen. A menos que seas Apple, Google, o Amazon. Y es que, en cascada, uno tras otro, han sido todos acusados de “escuchar” las conversaciones que tenemos en privado con sus respectivos asistentes del hogar.
Era el gran miedo que todos teníamos respecto a los interlocutores virtuales. Siri, Alexa, o Google Home (¿por qué el de Google no tiene nombre?). La violación de nuestra sacrosanta intimidad. El voyeur electrónico que escucha las preguntas tan trascendentales que le hacemos a la máquina… (y sí, ironía al canto). Esas, tipo “qué tiempo hará mañana” o “Pon una canción de Raffaella Carra”, etc… Porque no nos equivoquemos: Casi el 70% del uso de los asistentes del hogar es para poner música.
Aún así, nos escuchan, sí. Bueno, en realidad no es que estén escuchando lo que decimos. Es que las interacciones quedan grabadas. Y, aleatoriamente, las empresas escogen unas pocas para analizarlas y mejorar el producto. Adaptarse a la pronunciación, al estilo, a las palabras que utilizamos, los coloquialismos… No importa tanto lo que decimos, si no cómo lo decimos. En total se calcula que de cada 100 veces que hablamos con nuestro dispositivo se escuchan un total de 0,2. Escalofriante, ¿verdad?
No hay que perder de vista el hecho de que ponemos el grito en el cielo porque las empresas utilicen nuestras interacciones con los dispositivos de hogar para mejorar el producto, pero llevamos un Smartphone encima las 24 horas que monitoriza dónde estamos, qué hacemos, con quién hablamos…
E incluso instalamos apps como la reciente FACEAPP con millones y millones de descargas, que se ha probado que tiene importantes brechas de seguridad. Y aún así, no nos preocupa la privacidad de nuestros datos.
Es más, nosotros mismos utilizamos las redes sociales para comunicar abiertamente que estamos de vacaciones, nuestras rutas, nuestras preferencias, si estamos alegres o enfadados, nuestros cambios de trabajo, si estrenamos coche o reloj nuevo, o nuestro estado civil, por poner solo unos ejemplos. ¿Ahí no nos preocupa la privacidad de nuestros datos? ¿Nos olvidamos de la seguridad?
Si algo caracteriza el uso que estamos haciendo de todos estos dispositivos es la falta de sentido común.
Si algo caracteriza el uso que estamos haciendo de todos estos dispositivos (los de hogar, nuestros smartphones, etc…) es la falta de sentido común. Algo tan obvio como no dar datos personales importantes (datos bancarios, contraseñas, etc) con este tipo de dispositivos es una obviedad que ninguno respetamos. ¿De verdad que nunca has enviado un dato de estos confidenciales por whatsapp?
Hay un cierto grado de hipocresía en todo esto, seguro. Un grado importante, además. Pero también hay algo de cierto. Y es la falta de transparencia. Está muy claro (y esto es opinión muy personal) que no nos importa tanto nuestra privacidad y nuestros datos como hacemos ver, pero eso es una cosa, y abusar de este hecho otra muy diferente.
Tenemos que saber de forma clara y transparente (y no valen esos eternos e inagotables “Términos y Condiciones” que nos dan a leer antes de dar el OK a la instalación de un software o dispositivo, y que TODOS aceptamos sin leer) qué va a suceder con nuestros datos. No es lo que hacen con los ellos, insisto, es cómo lo hacen. A escondidas en una letra pequeña…
Sólo así podrán recuperar estas empresas el auténtico valor que están perdiendo a pasos agigantados: la confianza. El que puede ser, en un momento dado, el valor que nos decante por una o por otra.